lunes, 22 de junio de 2015

Favourite Worst Nightmare

Ayer tuve la peor carrera de mi vida. Todo lo que podía salir mal salió mal, solo me falto tropezarme en el camino. Sin embargo, no me arrepiento ni un segundo de haber corrido el 21K del Día del Padre.

Al ser la carrera en una zona de la ciudad que no conozco, me confié un poco con el tráfico y las distancias. La carrera empezaba a las 7:00 am y empezaríamos por olas, me asignaron la última ola que saldría a las 7:30. Llegué a Perisur a las 7:25, para apenas ir a dejar mis cosas a la carpa del club de corredores con quienes entreno, al baño, y pararme en la línea de salida.

Afortunadamente hubo algún retraso en la salida de las olas anteriores, así que pude salir a tiempo junto con el resto de los corredores, aunque no tuve tiempo suficiente para calentar.

Empezó la carrera con banda en vivo tocando la canción de Rocky. Al kilómetro 2 otra vez necesitaba hacer pipí, recordaba que en la guía del corredor decía que había baño hasta el kilómetro 8 así que tuve que buscar una gasolinera, desvío que me costó alrededor de 3 minutos. Pensé que había pasado lo peor pues mi tiempo se vería afectado por esos 3 minutos, la verdad es que esos 3 minutos no fueron nada...

En la carrera serían 10 kilómetros de "bajada" y 11 kilómetros de "subida". Estaba nublado y mi paso era bueno, la selección de canciones en mi iPod también era buena. Alrededor del kilómetro 12 me empezó a doler el estómago, primero poco, después más, después era insoportable; no era la primera vez que el estómago me diera lata, pero nunca había tenido 9 kilómetros por delante. En mi camino de ida hasta la marca de los 10 kilómetros que se encontraba el "retorno" había visto el baño en el kilómetro 16, faltaban 4 kilómetros y no estaría dispuesta a caminarlos. Tuve que bajar el paso poco a poco porque el estómago no cedía, hasta que de plano tuve que parar por completo. Cerca de mí venía corriendo una chava de unos 25 años, con un paso muy despacio pero con una energía envidiable. A pesar de ir corriendo muy lento iba echando porras, tanto a ella como a los demás. ¿Por qué no podría yo ser así de entusiasta a pesar de mi lentitud, en lugar de estar siempre preocupada por lo que marca el cronómetro?

Faltaban muchos kilómetros para llegar a la meta y la barredora podría pasar cerca de mí en algún momento si decidía caminar el resto de la ruta. Tenía dos opciones, terminarla atrás de la barredora o salirme de la carrera, DNF, se acabó. Cuando empecé a correr carreras siempre traía conmigo dinero en efectivo por si algo pasaba y necesitaba regresar a la meta a mitad de la ruta, eso dejé de pensarlo hace muchos años pero jamás pensé que llevar efectivo conmigo (que ahora lo hago para pagarme un merecido desayuno después de correr) tendría esa utilidad. Solamente tendría que salir a los carriles laterales de periférico, extender la mano y tomar un taxi. O aún más fácil, podría usar mi celular para ver si hay ubers alrededor, así podría gastarme el efectivo en otra cosa.

Sin embargo, ¿qué iba a pasar con las cosas que había dejado en la carpa del club de corredores con quienes entreno? Tendría que mandar un mensaje público en el chat comunal del Whatsapp diciendo que me habría salido de la carrera porque me sentí mal del estómago. Me podrían llevar las cosas a un entrenamiento durante la semana, pero no me iba a atrever jamás a mandar ese mensaje, no era opción, prefería perder la camiseta extra que ahí había dejado...

Decidí esperar al kilómetro 15 y ahí decidir si podría seguir hasta el kilómetro 16 para ir al baño. Para mi suerte, cual espejismo de oasis el baño estaba en el kilómetro 15, así que a pesar de que estaba muy sucio entré e hice lo propio.

Salí liberada, voltee hacia atrás y la barredora aún no estaba cerca de mí así que tendría oportunidad de ganarle. Faltaban 6 kilómetros, un entrenamiento cualquiera. La realidad de las cosas es que había perdido totalmente el ritmo y la energía, me quedaba un gel GU que podría comer pero sería desastroso para mi estómago así que no me quedó de otra más que intentar correr para recuperar el paso. Empecé a recordar que era día del padre, y que mi papá y yo habíamos estado muchas veces en esa situación, algunas veces él me echaría porras y otras lo haría yo; pero constantemente hemos dicho "¿Cuándo nos hemos rajado? ¡A darle!" No pude correr los 6 kilómetros que me faltaban sin parar, y para rematar mi Garmin se quedó sin pila alrededor del kilómetro 16 o 17 así que no podría calcular la distancia entre cada señalamiento, ni tendría evidencia de mi "récord".

Lo único que se me ocurrió fue correr hasta ver el siguiente letrero que indicaba el kilómetro, y descansar un poco antes de cada uno, para así asemejar correr 900 metros y caminar 100, técnica que me ha servido cuando de plano no quedan más energías para correr.

Pasó el kilómetro 17, 18 (que se me hizo eterno), 19 y finalmente el 20. Faltaba solo un kilómetro y ya estábamos de nuevo frente a Perisur, en donde había mucha gente ya con su medalla puesta; me daban ganas de voltear a verlos y ver la medalla pero no, quería verla por primera vez al cruzar la meta. En eso me encontré cerca de mi a la chica que nos había echado porras varios kilómetros atrás. La había alcanzado y tenía que agradecerle sus porras cuando estuve a punto de salirme.

Cuando tenía la meta enfrente pero todavía lejos, busqué en mi iPod una canción poderosa para recordar ese momento, puse "We Are The Champions". La única vez que había cruzado una meta escuchando esa canción fue cuando terminé mi primer maratón, pero este 21K sin duda alguna merecía terminar así.

Recogí mi Gatorade, agua, plátano, naranja y medalla con una sonrisa. Estaba segura que mi tiempo sería de más de 3 horas, aunque la barredora aparentemente llevaba ese paso y hasta el momento en que crucé la meta nunca me pasó. La página de la carrera dice que mi tiempo fue de 2:48, 17 minutos más que en mi pasado medio maratón y eso que ahora caminé más de 4 kilómetros. Fue definitivamente la peor carrera de mi vida, jamás había sentido ese malestar en el estómago al correr, y mucho menos había sentido esa necesidad imperiosa por renunciar, pero tampoco había jamás levantado la frente tan alto para seguir corriendo.

El año quentra voy por la revancha en esta carrera, me encantó la camiseta, la logística, el entusiasmo, la organización. Solo pediría poner baños en cada kilómetro, para que en caso de malestar, éste dure unos cuantos metros solamente.

Por lo pronto, ayer me guardé el DNF para otra ocasión, ¿cuándo me he rajado? ¡A darle!

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